miércoles, 21 de mayo de 2008

que ganas de tomar vino con vos

Prendo un cigarrillo. Son las 21: 55 y la cita está pactada para las 22:00. Le doy la primera pitada y así como el humo comienza a recorrer mis pulmones, los nervios comienzan a apoderarse de mis piernas, de mis rodillas.
Escucho el motor de tu moto acercarse a mi. Subis a la vereda, te sacas el casco, te bajás. Me sonreís. Te sonrío, y detrás largo una infima carcajada que libera mis nervios. Nos saludamos, por primera vez en nuestras vidas. Después de hacernos las típicas preguntas sin importancia y que nadie recuerda, las cuales oscilan entre: Como estás?, Te costó llegar?, Te perdiste?; me extendés la mano con un chocolate. Yo te agradezco. Al segundo siguiente me pedís permiso para darme un beso en la mejilla. Yo acepto. Acepto y me río.
Me mirás. Nos subimos a la moto. Repetís unas ocho veces que te pone feliz haberme conocido finalmente. Yo sólo pienso en el miedo que me provoca estar en una moto. Después de unos metros y de rodearte con mis brazos, me relajo. Y me siento de otro tiempo, de otra época, de repente no hay más autos. Y sólo escucho tu voz, y el ruido de la moto que musicaliza el momento.
El viento me choca las pestañas, los ojos me lagrimean, pero estoy con vos. Con vos, un perfecto desconocido que puede convertir mi noche de sábado en algo memorable o perfectamente desechable.
Llegamos a destino. La música se empieza a colar por nuestros oídos. Una vez adentro, pedís una cerveza. LA tomo rápido y charlamos sobre cosas que nunca recordaré. Me río mucho, vos te reís a la par. Me pedís un beso en la mejilla de a ratos. Yo me sigo riendo, me da ternura y no termino de entender el juego ni sus fichas.
Finalmente las luces bajas que dan comienzo al show, te ayudan a entrar en confianza y robarme un beso. Ese que se prolongó todo lo que duró el recital. Entre abrazos y más besos. La música feliz y poderosa de fondo crean la atmosfera perfecta para una noche más perfecta aún. Me encanta que estés y lo más loco es que no me importaría decirtelo. Es como si hubiese dejado de ser yo o por el contrario, hubiese empezado a serlo finalmente.
Salimos de ese lugar acompañados por una humareda que mezcla distintos colores. Volvemos a cabalgar la moto, y te abrazo tan fuerte la cintura que nos siento las manos.
Después recuerdo que llegamos a otro lugar. Que vos bailabas y me abrazabas por la espalda, que yo me reía de como bailabas pero me hacía feliz. Que nos estabamos besando y que sentí tu mano por todo mi cuerpo. Que no nos gustó más la música. Que me invitaste a tu casa.
Y lo que más recuerdo es que me negué. Pero deveras tenías muchas ganas de tomar vino con vos...

No hay comentarios: