jueves, 10 de julio de 2008

La oscuridad de las palabras

Colores. Yo soy colores. Visto colores, canto colores, afino y desafino colores. A mi paso la tierra se tiñe de vida. Yo le doy color y yo se lo quito.
Llego a su puerta, sobre el marco de la misma apoyo mi cabeza. El cuarto está teñido de gris, podría afirmar que están todos los grises de la paleta de gris, todos sus tonos, los más claros y los más oscuros. Es un gris ensordecedor, duro, implacable. Sólo yo tengo color. Sobre la cama hay un bulto, un algo envuelto entre las frazadas blancas, lo más puro de todo el cuarto. Esa especie de capullo inerte no se inmuta con mi presencia. Yo le canto, bailo las danzas más alegres y coloridas de ésta tierra. Yo le llevo el color. el capullo yace sobre la cama, la cabecera de la misma está pegada a la blanca y fría pared. La ventana tiene su persiana entre abierta, el día está nublado afuera. El día tiñe el cuarto, tiñe mi voz y mis labios.
Hamaco al capullo. Quiero que algo hermoso se libere de él. Varios intentos fallidos logran mi rendición y resignación. Agotada vuelvo al marco de la puerta y descanso mi cabeza sobre él.
El capullo muta, cambia de posición, ahora veo una especie de orificio que simula una boca de una criatura oscura y repugnante, de su boca fluye un liquido negro y espeso. Sólo su boca se recorta por sobre las frazadas. Apunta su boca hacia el techo y grita hacia mi todas sus verdades, todo mi dolor. El color se va diluyendo con gris y con blanco. Me destiñe.
El asqueroso ser vomita hacia el cielo ese líquido negro que mancha la blanca pared y forma figuras milenarias, o vaya a saber qué son. Todas figuras de bestias.
El cansacio es cada vez mayor. Ya no puedo sostener mi cabeza.
El piso ennegrecido sube por mis pies, se ramifica desde mis extremidades y comienza a poseerme toda. El color se extingue en el cuarto.
Yo soy una parte más del espantoso habitáculo oscuro y decadente. Cuando me quise acordar ya me había borrado las huellas digitales, había devorado mi corazón y arrancado mis ojos. Ya no respiraba. Era otra parte inanimada de aquel lugar. Lo último que recuerdo es aquel bicho andrajoso acercandose a mi, inmóvil.

2 comentarios:

estornudo dijo...

Me parece que da más para video clip que para cuento.

pezmurillo dijo...

Gran banda los cocineros :)

Y muy divertidos en vivo.